Si en esta sala hubiere alguien tan abyecto y tan vil que quiera ser esclavo, yo le pido perdón, porque a él sí he ofendido.
Marco Junio Bruto, asesino de Cayo Julio César, dictador a perpetuidad de Roma:
¡Romanos, compatriotas, y amigos! escuchadme por mi causa y guardad silencio, para que podáis oír; creedme, por mi honor, y respetad mi honor, para que podáis creerme; censuradme en vuestra sabiduría, y despertad vuestros sentidos, para que podáis ser el mejor juez. Si hay en esta asamblea algún querido amigo de César, a él le digo que el amor de Bruto por César no era menor que el suyo. Si ese amigo pregunta entonces por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi respuesta: no porque amara a César menos, sino porque amaba más a Roma. ¿Habríais preferido morir todos esclavos, viviendo César, a, con César muerto, vivir libres? Pues César me amaba, lloro por él; pues era afortunado, me regocijo en ello; pues era valiente, le rindo homenaje; mas, pues era ambicioso, le he matado. Hay lágrimas por su amor; alegría por su fortuna; honor por su valor; y muerte por su ambición. ¿Quién hay aquí tan bajo que quiera ser un siervo? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan ruin que no quiera ser romano? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido.
(William Shakespeare, Julio César, acto 3º, escena 2ª).