09 agosto 2008

Qué malo es Israel

Tantísimo que combatientes árabes enemigos de Israel, huyendo de combatientes árabes hermanos, piden asilo en Israel:

Israel accedió ayer [3 de agosto] a peticiones de la Autoridad Palestina y Egipto para permitir la entrada en Israel de combatientes de Fatah involucrados en los combates de este fin de semana con Hamás en la Franja de Gaza. El ministro de Defensa Ehud Barak acordó permitir la entrada a 188 personas, la mayor parte de los cuales seguirán inmediatamente hacia Cisjordania. Varios miembros de Fatah heridos en los enfrentamientos fueron trasladados a hospitales israelíes.

[...]

Partidarios de Fatah, la mayoría miembros del clan Hilles, huyeron hacia el paso fronterizo de Nahal Oz. El coronel Ron Asherov, al mando de la brigada de las Fuerzas de Defensa de Israel estacionada junto al norte de la Franja de Gaza, dijo que las FDI abrieron el paso cuando quedó claro que quienes querían entrar eran heridos de Fatah. Dijo que se tomó allí mismo la decisión de tratarlos "como un caso humanitario". Fuerzas de Hamás atacaron a los soldados y a los miembros de Fatah que huían con fuego de fusil y granadas de mortero. No hubo bajas.

Todos los partidarios de Fatah a los que se permitió entrar en Israel lo hicieron tras deponer las armas.

Entró en Israel un total de 188 personas, la mayor parte hombres y algunos niños. Veintidós estaban heridos, la mayoría levemente.

El servicio de ambulancias de Magen David Adom (Estrella de David Roja) Israelí trasladó a tres bajas con heridas moderadas o serias al Centro Médico Soroka en Bersheva y al Hospital Barzilai en Ascalón.


Al parecer no es la primera vez que ocurre:

La jugada final de Jordania para liquidar la resistencia palestina tuvo lugar en julio de 1971. El ejército jordano empujó a las fuerzas palestinas a un rincón del país, fronterizo con Israel y Siria, y allí los aplastó. Los alaridos de genocidio de Arafat condujeron a protestas árabes, al cierre de las fronteras de Irak y Siria con Jordania y a la suspensión de la ayuda kuwaití, pero estas medidas no pudieron cambiar el destino de los combatientes palestinos. Otros tres mil palestinos murieron en las siguientes dos semanas de lucha. La ferocidad del ataque forzó a muchos de los combatientes palestinos a huir a través del río Jordán en busca de asilo en Israel.


Malo remalo, y sus enemigos lo saben bien.

07 agosto 2008

Jerónimo Coignard, amigo imaginario

No se exceptuó bastante del desprecio universal que le inspiraron los hombres. Faltóle la magnífica ilusión que sostuvo a Bacon y a Descartes, quienes después de no creer en nadie acabaron por tener fe en sí mismos. Dudó de las verdades que llevaba consigo y sembró sin solemnidad los tesoros de su inteligencia. No alentó en sí, como todos los confeccionadores de ideas, la convicción de hallarse por encima de los mayores genios. Es un defecto imperdonable, porque la gloria solo se ofrece a los que la solicitan. En el señor abate Jerónimo Coignard constituía este rasgo de carácter una debilidad y una inconsecuencia; puesto que llegaba a los últimos límites en audacia filosófica, no debía tener escrúpulos en proclamarse el primero de los hombres; pero su corazón era siempre sencillo y su alma cándida, y aquella insuficiencia de un espíritu que no supo remontarse le ocasionó un perjuicio irreparable.

[...]

Robespierre era un optimista, confiado en la virtud. Los políticos de su temple hacen todo el daño posible. Si se trata de conducir a los hombres, es preciso no perder de vista que son monos perversos. Solamente con este criterio puede ser humano y bondadoso un político. La locura de la Revolución consistió en querer instituir la virtud sobre la Tierra. Cuando se quiere que los hombres sean buenos y sabios, libres, moderados y generosos, se llega fatalmente a quererlos matar a todos. Robespierre confiaba en la virtud, y le debemos el Terror. Marat confiaba en la justicia, y pidió doscientas mil cabezas. El señor abate Coignard es acaso entre todos los ingenios del siglo XVIII aquel cuyos principios se oponen más francamente a los de la Revolución. El no hubiera firmado una sola línea de la Declaración de los Derechos del Hombre, fundado en la exagerada e inicua separación que allí se establece entre el hombre y el gorila.


Así dice Anatole France de su personaje Jerónimo Coignard, hoy amigo imaginario de K Budai. Opiniones del propio abate son estas:

En una democracia –decía el señor Coignard- el pueblo está sometido a su voluntad, lo cual es muy dura esclavitud. Realmente, el pueblo es tan extraño y contrario a su propia voluntad como pudiera serlo a la del príncipe, porque de la voluntad común solo se encuentra poco o nada en cada uno, y, sin embargo, cada uno padece por entero su violencia. El sufragio universal no es más que un engañabobos, como la paloma que llevó los Santos Óleos en el pico. El gobierno popular, lo mismo que la monarquía, descansa sobre ficciones y vive de expedientes. Importa solo que las ficciones sean aceptadas y afortunados los expedientes.

[...]

Aunque le supongamos [al Demos] un firme conocimiento de sus propósitos, no es posible que sepa nunca de qué modo han de realizarse, ni siquiera si son realizables. Su autoridad, malamente impuesta, será malamente obedecida y se considerará traicionada. Los diputados que envíen a sus Estados generales alimentarán con ingeniosas mentiras sus ilusiones, hasta que sucumban bajo el peso de sospechas injustas o legítimas. Esos Estados obrarán conforme a la vulgaridad confusa de las muchedumbres de que proceden. Incesantemente devanarán oscuros y múltiples pensamientos. Encargarán a los jefes del Gobierno que ejerzan voluntades vagas, de las que ni ellos mismos logren darse cuenta, y a sus ministros, menos dichosos que el Edipo de la fábula, los devorará, unos tras otro, la Esfinge de cien cabezas por no haber adivinado el enigma, cuyo sentido ignoraba también la propia Esfinge. Su mayor desdicha consistirá en resignarse a la impotencia y en hablar a la hora de actuar. Se convertirán en retóricos, y habrán de ser forzosamente malísimos retóricos, porque al talento acompaña siempre alguna claridad, y la claridad los perdería. Deben aprender la manera de hablar sin decir nada, y los menos tontos se verán condenados a mentir más que los otros, por lo cual los más inteligentes serán los más despreciables. Si existieran aún hombres bastante discretos para convenir tratados, ordenar la Hacienda y atender a los negocios públicos, sus conocimientos de nada les servirían por falta del tiempo indispensable para ponerlos en práctica, y el tiempo es la base de las grandes empresas.

Esa condición humillante desanimará a los buenos y despertará las ambiciones de los malos. Por todas partes las incapacidades ambiciosas se alzarán desde el fondo de los caseríos a los principales empleos del Estado, y como la honradez no es natural en el hombre, sino que debe ser cultivada con minuciosas precauciones y artificios incesantes, aparecerá una muchedumbre de concusionarios que se lanzarán sobre el Tesoro público. El mal se agravará mucho con el escándalo, pues en un Gobierno popular es muy difícil ocultar nada, y por culpa de algunos, todos resultarán sospechosos.

No deduzco de esto, hijo mío, que los pueblos sean entonces más desgraciados que ahora. En nuestras entrevistas anteriores he tratado ya de haceros comprender que no considero el porvenir de las naciones pendiente del príncipe ni de sus ministros, y que se atribuye a las leyes una importancia excesiva cuando se las supone fuente de la prosperidad o de la miseria pública. Sin embargo, la abundancia de leyes es funesta, y temo que los Estados generales abusen aún más de su facultad legisladora.


Mucho más escriben digno de leerse acerca de lo humano Coignard, France y K Budai. ¡Id!