21 mayo 2006

El auténtico Iraq

Amir Taheri escribe sobre Iraq en Commentary (vía Instapundit y Fausta):

Desde mi primer encuentro con Iraq, hace casi cuarenta años, he confiado en varias amplias medidas de salud social y económica para evaluar la condición del país. En los buenos tiempos y en los malos, estos signos han demostrado ser notablemente precisos; es decir, tan precisos como es posible en los asuntos humanos. Hace ya algún tiempo que todos están apuntando en una dirección inequívocamente positiva.

El primer signo son los refugiados. Cuando la situación ha sido verdaderamente desesperada en Iraq (en 1959, 1969, 1971, 1973, 1980, 1988 y 1990) se han formado en las fronteras turca e iraní largas colas de iraquíes con la esperanza de huir. En 1973, por ejemplo, cuando Saddam Husseín decidió expulsar a todos aquellos cuyos antepasados no hubieran sido ciudadanos otomanos antes de la creación de Iraq como estado, aproximadamente 1,2 millones de iraquíes dejaron sus hogares en sólo seis semanas. Este no fue el exilio temporal de un pequeño grupo de profesionales e intelectuales de clase media, que es un fenómeno bastante común en la mayoría de los países árabes; fue una partida en masa, que afectó a gente tanto de pequeñas aldeas como de grandes ciudades, y fue una escena que se repitió regularmente bajo Saddam Husseín.

Desde la caída de Saddam en 2003, esta es una imagen altamente perjudicial que no hemos visto en nuestros televisores; y podemos estar seguros de que la veríamos si fuera posible mostrarla. Al contrario, los iraquíes, en lugar de huir, han estado volviendo a casa. Al final de 2005, según la estimación más conservadora, el número de repatriados superaba 1.200.000. Muchos de los campos establecidos para refugiados iraquíes en Turquía, Irán y Arabia Saudí desde 1959 han sido cerrados. El más antiguo de tales centros, en Ashrafiya, en Irán sudoccidental, se cerró formalmente cuando sus últimos ocupantes iraquíes volvieron a su país en 2004.

Un segundo signo fiable concierne también al movimiento humano, pero de una especie diferente: el flujo de peregrinos a los santuarios chiítas de Karbala y Nayaf. Siempre que las cosas empiezan a ir mal en Iraq, este flujo se reduce a un hilillo y luego se seca por completo. De 1991 (cuando Saddam Husseín masacró chiítas, involucrados en una revuelta contra él) a 2003 apenas hubo peregrinos a estas ciudades. Desde la caída de Saddam desbordan de visitantes. En 2005 los lugares santos recibieron, según se estima, a doce millones de peregrinos, lo que los convierte en los más visitados de todo el mundo musulmán, por delante de La Meca y de Medina.

Más de 3.000 clérigos iraquíes han regresado también del exilio y los seminarios chiítas, que hace sólo algunos años no tenían más que unas pocas docenas de pupilos, tienen ahora más de 15.000 procedentes de cuarenta países. Esto es así porque Nayaf, el más antiguo centro de erudición chiíta, puede de nuevo ofrecer una alternativa a Qom, la ciudad santa iraní, donde se enseña una versión radical y altamente politizada del chiísmo. Quienes quieren dedicarse al estudio de formas más tradicionales y quietistas van ahora a Iraq, donde, a diferencia de Irán, los seminarios no están controlados por el gobierno y su policía secreta.

Un tercer signo es puramente económico: el valor del dinar iraquí, especialmente comparado con las otras monedas principales de la región. En los años finales de gobierno de Saddam Husseín el dinar iraquí estaba en caída libre; después de 1995, ni siquiera se cambiaba en Irán y Kuwait. Por contraste, el nuevo dinar, introducido al principio de 2004, se está portando bien frente al dinar kuwaití y el real iraní, habiendo subido un 17% contra el primero y un 23% contra el segundo. Aunque todavía es imposible fijar su valor contra una cesta de divisas internacionales, el nuevo dinar aumentó su valor frente al dólar en casi un 18% entre agosto de 2004 y agosto de 2005. La abrumadora mayoría de los iraquíes, y millones de iraníes y kuwaitíes, lo tratan ahora como un medio de cambio seguro y sólido.

El cuarto de mis signos probados por el tiempo es el nivel de actividad de las pequeñas y medianas empresas. En el pasado, siempre que las cosas han ido cuesta abajo en Iraq grandes números de tales enmpresas simplemente han cerrado, con los emprendedores más capaces del país saliendo para Jordania, Siria, Arabia Saudí, los estados del Golfo Pérsico, Turquía, Irán, e incluso Europa y Norteamérica. Desde la liberación, sin embargo, Iraq ha presenciado un boom del sector privado, especialmente entre las pequeñas y medianas empresas.

Según el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como numerosos estudios privados, la economía iraquí ha estado yendo mejor que cualquier otra de la región. El producto interior bruto del país alcanzó casi 90 millardos de dólares en 2004 (el último año para el cual se dispone de cifras), más del doble que en 2003, y su tasa real de crecimiento, según la estimación del FMI, fue del 52,3%. En ese mismo período las exportaciones aumentaron en más de 3 millardos de dólares y la inflación cayó al 25,4%, desde el 70% en 2002. La tasa de desempleo se redujo a la mitad, del 60% al 30%.

Relacionado con esto está el nivel de actividad agrícola. Entre 1991 y 2003 el sector agrario del país experimentó un declive sin precedentes, dejando al final a la nación casi entera dependiente de las raciones distribuidas por las Naciones Unidas en el programa Petróleo por Alimentos. En los últimos dos años, por contra, la agricultura iraquí ha experimentado un resurgimiento también sin precedentes. Iraq exporta ahora alimentos a países vecinos, algo que no ocurría desde los años 50. Mucho del auge se debe a pequeños propietarios que, al liberarse del sistema colectivista impuesto por los baazistas, han retomado el control de tierras confiscadas por el Estado hace decenios.

Finalmente, uno de los más seguros índices de salud de la sociedad iraquí ha sido siempre su disposición a hablar al mundo exterior. Los iraquíes son gente locuaz; cuando quedan silenciosos, es incontrovertible que la vida se les está haciendo dura. Ha habido tiempos, ciertamente, en los que apenas podía encontrarse a un iraquí, en Iraq o en el extranjero, dispuesto a expresar una opinión acerca de algo que tuviera que ver ni remotamente con la política. Esto es lo que quería decir Kanan Makiya cuando describió el régimen de Saddam Husseín como una república del miedo.

Hoy, de nuevo en dramático contraste, los iraquíes son habladores hasta el exceso. Los debates en radio y televisión y los blogs están de moda, mientras que acaloradas discusiones están la orden del día en tiendas, casas de té, bazares, mezquitas, oficinas y domicilios privados. Luay Abdulilá, el escritor de relatos y diarista iraquí, lo describe como una catarsis. Es una manera de tomar venganza contra decenios de mortal silencio. Además, una amplia red de medios independientes ha surgido en Iraq, incluidos más de cien periódicos y revistas de propiedad privada y más de dos docenas de emisoras de radio y televisión. Para cualquiera familiarizado con el estado de los medios de comunicación en el mundo árabe, es una obviedad que Iraq es hoy el lugar donde la libertad de expresión se ejerce más efectivamente.


El artículo es mucho más largo, y digno de leerse entero.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

sCuando leo artículos de esta naturaleza, más me doy cuenta de que no soy progresista.

Séneca.

José Carlos Rodríguez dijo...

"Al contrario, los iraquíes, en lugar de huir, han estado volviendo a casa. Al final de 2005, según la estimación más conservadora, el número de repatriados superaba 1.200.000."

Pues no hay mejor prueba de cómo van las cosas.

belaborda dijo...

Magnífico artículo (y lo juzgo por lo que aquí se lee). Magnífico, sí.

A mí, independientemente de su sentido primario -Irak va bien- se me ocurre esta mínima reflexión:

―Sí, todo va mejor que antes. Pero, un momento ¿Todo? No, casi todo. Porque está la cuestión de los atentados terroristas y la cuestión de las operaciones militares que contra el terror en general se siguen desarrollando. Están, no hace falta decirlo, la de las víctimas ―muertos y heridos― y la de los daños.

Todas esas cuestiones son redobles de tambor que suenan y resuenan en los medios, casi siempre con una cierta complacencia, y que parecen desmentir por completo lo que en el artículo se dice. Que debe ser imposible que en un país en que eso está ocurriendo casi como 'cosa normal' las cosas vayan bien, menos aún que vayan a mejor cada día.

Para acabar eso en lo que he reflexionado, me digo: Si a alguien ajeno absolutamente a las circunstancias en que se desarrolla el quehacer de los ciudadanos de un país moderno se le informase de que casi todos los días, pero especialmente los fines de semana y aún más, en comienzo y final de vacaciones, en tal país se producen decenas y decenas de muertos y heridos, miles y miles cada año, en algo que denominados 'accidentes de tráfico', y que no obstante en ese país se sigue viviendo con absoluta normalidad, se sigue trabajando, se sigue prosperando, la gente hace su vida normal, y que únicamente los directamente afectados en lo personal o en lo profesional si se relacionan con ese problema se sienten involucrados en ello ¿lo entenderían? No, casi con toda seguridad dirían que se les miente.
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Digresión: Porque en mi propio blog procuro escribir lo mínimo, en los ajenos suelo explayarme.

Y, Marzo, haz el puto favor de sacar anotaciones con más regularidad. Por más que la elefanta pare elefantes y no ratones, alumbra los que debe.

Marzo dijo...

Gracias a todos por comentar.

Me pareció interesante traducir el fragmento porque ofrece una visión de conjunto y una comparación con el régimen anterior, cosas no muy vistas. Que la situación hubiera sido "verdaderamente desesperada" siete veces en el medio siglo anterior, por ejemplo; o que al benévolo Saddam se le pusiera en los mismísimos expulsar a los residentes que no descendiesen de los ciudadanos de hacía otro medio siglo.

Belaborda, reconozco que debería anotar más. Pero podría ser peor: si no recuerdo mal, el período de gestación de una elefanta es de veinte o veintidós meses... :-)

JC dijo...

muy bueno. saludos

Marzo dijo...

Gracias, Avanti; yo sólo traduzco.