20 julio 2005

Dos caminos

Uno de mis objetivos al poner un blogroll corto fue que fuera legible; pero ni aun así consigo leerlo regularmente, y no vi hasta el domingo pasado esta entrada del día 11 en el Belmont Club: Two Points of View. Wretchard reflexiona sobre la asimetría de la firmeza entre las partes en este conflicto:
...es interesante considerar por qué nuestra guerra contra el terror parece críticamente dependiente del foco estratégico del liderazgo nacional, mientras que los terroristas nunca parecen estar en peligro de desistir, aun cuando estén divididos. Apenas pasa una semana sin que los medios informen de alguna confrontación entre facciones de terroristas en Irak. Pero nadie se pregunta si los desmoralizados yihadistas dejarán de atacar a Occidente como resultado. [...]

[...]

[...]La Yihad, después de todo, no parece [...] vulnerable a las vacilaciones de sus líderes. Aun si Osama ben Laden fuera arrestado hoy o se convirtiera al Cristianismo evangélico, sería improbable que la Yihad se extinguiese. Ben Laden no puede "liquidar" su causa en el mismo sentido en el que el primer ministro Zapatero pudo. La diferencia obvia es que los países occidentales se gobiernan constitucionalmente. Sus fuerzas armadas, agencias civiles, incluso el conjunto de sus ciudadanos siguen, estén de acuerdo con ellas o no, las órdenes legales de sus líderes. Y, si sus líderes legales dijeran "deponed las armas", las depondrían. El terrorista islámico no está constreñido por parecidos límites.


Wretchard encuentra alguna luz sobre la implacabilidad del extremismo islámico contra Occidente en un artículo de Lee Harris en Tech Central Station, War in Pieces: The Blood Feud. Para ellos, dice Harris, no es una guerra, sino una "pendencia hereditaria":

Inmediatamente después del 11-S, el consenso general era que estábamos en guerra. Y sin embargo esta evocación del concepto de guerra me desazonaba, porque no acababa de encajar. Las guerras eran algo que los occidentales hacían. Se reñían por razones económicas o por expansión territorial; eran instrumentos de la política; tenían un propósito y un objetivo. Se sabía cuándo empezaban y se sabía cuándo habían acabado. [...] cuando escribí La ideología fantástica de al-Qaeda argumenté que la guerra no era el modelo adecuado para entender al enemigo al que nos enfrentábamos [...]

En la pendencia hereditaria la orientación no es hacia el futuro, como en la guerra, sino hacia el pasado. En la pendencia uno se venga de su enemigo por algo que éste hizo en el pasado. Al-Qaeda justificó el ataque a Nueva York y Washington como venganza contra los Estados Unidos por haber profanado el sagrado suelo de Arabia Saudí con su presencia militar en la Primera Guerra del Golfo. En el ataque a Londres, se estaba castigando a los ingleses por su intervención en Irak y Afganistán.

En la pendencia hereditaria, a diferencia de la guerra, no tiene ningún interés poner al enemigo de rodillas. No se busca que el enemigo se rinda; simplemente interesa matar a algunos de los suyos en venganza de pasadas injurias, reales o imaginarias; y tampoco importa lo más mínimo si las personas que uno mata hoy fueron las culpables de las injurias pasadas que afirma estar vengando. En una pendencia hereditaria, todo miembro de la tribu enemiga es un blanco perfectamente válido para la venganza. Lo que importa es que hay que matar a algunos de ellos; y no necesariamente personas de alguna importancia en su comunidad. Simplemente mátese a alguien del otro lado, y ya se ha hecho lo que ordena la lógica de la pendencia hereditaria.

En la pendencia hereditaria no existe el concepto de victoria decisiva porque no hay ningún deseo de acabar la pendencia hereditaria. La pendencia hereditaria, más bien, funciona como una institución "ética" permanente; es el modo de vivir para quienes participan en ella; es la manera en que llevan la puntuación y mantienen sus propios derechos y privilegios. No se participa en ella para vencer, sino para evitar que venza el enemigo; y por eso el antropólogo de la pendencia hereditaria entre los beduinos, Emrys Peters, escribió estas inquietantes palabras: "La pendencia es eterna".


Observa Wretchard que esta actitud puede estar apareciendo también en Occidente:

Los ciudadanos occidentales están aún centrados en los "grandes asuntos", pero la pérdida personal y la ira están haciendo la guerra menos abstracta. Quieren encontrar a personas concretas que les atacaron en ocasiones específicas para hacer caer sobre ellas un castigo individual. Para muchos la guerra ya no es un trabajo que hacer; es algo personal.

Un camino a la victoria, el camino feo, es igualar la entropía de las sociedades islámicas con una correspondiente entropía en Occidente. El creciente resentimiento contra los inmigrantes islámicos en Europa y la voluntad en aumento en Occidente de ver al Islam e incluso a los musulmanes como el enemigo, son todos signos tempranos de la transformación de la guerra en una pendencia hereditaria. Uno de los temas constantes del Belmont Club es que este desarrollo es indeseable porque, en el límite, resultará en la destrucción de la sociedad islámica y hará de todos nosotros unos asesinos. El camino alternativo escogido por el presidente Bush, pero que los políticos corrientes persiguen sólo con escasa convicción, es reducir la entropía en el mundo islámico haciendo a esos países funcionales, modernos y libres de manera que el concepto de "pendencia hereditaria" llegue a ser tan anacrónico en Riad como lo es en Cleveland. [...]

[...]

[...] Pero si los últimos cuatro años de combates muestran algo, es que es posible que el mundo musulmán se eleve sobre la "pendencia hereditaria". La CNN describe cómo unos aldeanos afganos dieron refugio a un SEAL de la Armada que había conseguido evadir a los talibanes:

[...]
Un aldeano afgano encontró al SEAL [herido] y le ocultó en su aldea, dijo el oficial. De acuerdo con informes militares, combatientes talibanes llegaron al pueblo y pidieron que se les entregara al americano, pero los aldeanos rehusaron. El SEAL escribió una nota que establecía su identidad y posición, y un aldeano la entregó a tropas americanas [...] El comando fue rescatado el 3 de julio.


Uno se pregunta si la izquierda occidental hubiera arriesgado tanto para proteger al SEAL como hicieron estos musulmanes de unas míseras montañas. Los que no, probablemente alegarían que "no tenemos ningún derecho a convertir a los musulmanes en Gunga Dins"; ningún derecho a perturbar el museo etnográfico que encuentran tan curioso, tan atractivo y tan antiimperialista. Mientras tanto, seguirán explotando bombas en Londres y la pendencia hereditaria crecerá como un huevo de serpiente en nuestro seno.


No lo he traducido todo; aún queda lectura en el Belmont Club y en TCS.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantísimo, Marzo. Cuánto me ha recordado el concepto de "pendencia hereditaria" al de "odio" que utliza Glucksmann para desmentir a quienes aún creen que el yihadismo se parece en algo a una guerra de liberación o a alguna otra "teleología".

Y sobre el "camino feo"... me resulta muy curioso pero ayer mismo escribí en mi blog:

"Uno de los daños colaterales de las categorías que maneja el terrorismo yijadista, y probablemente no el menos grave de ellos, es la inercia que imprime en nuestras sociedades a utilizar conceptos parecidos a los suyos. Y, con ello, a difuminar, hasta convertirlas en un borrón, distinciones que nos parecía básicas para toda sociedad civilizada."

Un saludo

José dijo...

Para ellos, dice Harris, no es una guerra, sino una "pendencia hereditaria":
No estoy de acuerdo, el sueño de la restauración del califato en todo el mundo es real, muy real, lo de vengar puntualmente ataques reales o imaginarios a musulmanes ocupa un papel secundario en el gran escenario que la jihad contempla.

Marzo dijo...

Pablo, lamento no haber leído tu post antes de publicar este. Lo de difuminar distinciones y llegar a hacer cosas antes impensables suele pasar en las guerras cuando se prolongan y enconan al menos desde la del Peloponeso; y eso que en aquella el enemigo no era tan diferente como en esta.


JMaría, pues sí; ese objetivo estratégico existe, al menos para los dirigentes enemigos. Por otra parte, ¿no es una afrenta que vengar la desaparición del Califato (derrota de Turquía en la I Guerra Mundial), o la "tragedia del al-Andalus", y no las menciona al-Qaeda en sus comunicados? ¿Y no merecería la pena para ellos, o más seguramente para sus reclutas, vengarlas incluso aunque resultase que, por los pecados de los musulmanes o por lo que fuere, no quisiera Alá restablecer el Califato?

Dafydd en Captain's Quarters también critica la idea de la "pendencia hereditaria" y prefiere la de la "ideología de fantasía" (también de Lee Harris), subcategoría "culto de muerte". Pero estoy bastante de acuerdo con uno de sus comentaristas, Jackson Zed (14 de julio a las 2005 05:17 PM):

>No estoy tan seguro de que Harris se contradiga a sí mismo con un paradigma de "ideología de fantasía" frente a otro de "pendencia hereditaria"; al-Qaeda practica la ideología de fantasía, pero lo hace en un contexto de lo que siguen siendo principalmente sociedades tribales, una de cuyas "instituciones éticas" es la pendencia hereditaria. Así pues "ideología de fantasía" describe al islamismo en general y al-Qaeda en particular, mientras que "pendencia hereditaria" describe simplemente el álgebra social que proporciona la fuente de la simpatía de que puedan gozar los islamistas en diversas sociedades tribales musulmanas.