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Censúrese, discúlpese o alábese al Rey o a cualquiera, según opiniones; pero, al menos, que sea con motivo.
Si en esta sala hubiere alguien tan abyecto y tan vil que quiera ser esclavo, yo le pido perdón, porque a él sí he ofendido.
¡Romanos, compatriotas, y amigos! escuchadme por mi causa y guardad silencio, para que podáis oír; creedme, por mi honor, y respetad mi honor, para que podáis creerme; censuradme en vuestra sabiduría, y despertad vuestros sentidos, para que podáis ser el mejor juez. Si hay en esta asamblea algún querido amigo de César, a él le digo que el amor de Bruto por César no era menor que el suyo. Si ese amigo pregunta entonces por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi respuesta: no porque amara a César menos, sino porque amaba más a Roma. ¿Habríais preferido morir todos esclavos, viviendo César, a, con César muerto, vivir libres? Pues César me amaba, lloro por él; pues era afortunado, me regocijo en ello; pues era valiente, le rindo homenaje; mas, pues era ambicioso, le he matado. Hay lágrimas por su amor; alegría por su fortuna; honor por su valor; y muerte por su ambición. ¿Quién hay aquí tan bajo que quiera ser un siervo? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan ruin que no quiera ser romano? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido.
XXVI. Libre ya de recelos, condújose al principio con gran moderación, y vivió con tanta sencillez como un particular.
De todas las distinciones que le ofrecieron, aceptó muy pocas y las menos brillantes. Habiendo coincidido el aniversario de su nacimiento con los juegos plebeyos del Circo, consintió con dificultad que se agregase en honor suyo, a las ceremonias acostumbradas, un carro con dos caballos. Se opuso a que le consagrasen templos, sacerdotes, flamines, e incluso a que le erigiesen estatuas sin su consentimiento expreso; impuso además la condición de que no habían de erigirlas entre las de los dioses, sino puestas sencillamente como adorno. Prohibió jurar obediencia a sus actos y dar al mes de septiembre el nombre de Tiberio, y al de octubre el de Livio; rehusó asimismo el título de emperador y el dictado de Padre de la Patria, así como la corona cívica con que querían adornar el vestíbulo de su palacio. Ni siquiera usó el nombre de Augusto, que le correspondía por herencia, a no ser en las cartas a los príncipes y soberanos. [*]
III. Al comienzo de su reinado se encerraba solo todos los días durante horas enteras para cazar moscas, a las que enristraba con un punzón muy agudo. Semejante costumbre dio motivo a un chiste de Vibio Crispo, el cual, preguntado un día si había alguien con el emperador: No, contestó, ni una mosca. [*]
—¡Una orquesta juvenil palestina de Jenín acaba de actuar [el 25 de marzo] para una audiencia de supervivientes del Holocausto en Israel!
—¡Guau! ¿Quién sabe a dónde puede llevar un pequeño acto de bondad como ese?
—Cierto. Las autoridades palestinas han cerrado el estudio donde ensayan, confiscado sus instrumentos y disuelto la orquesta.
Cuando embarranca en la ignorancia Obama se refugia en banalidades, Biden se inventa algo, McCain suspende la campaña y Palin pide una aclaración.
Todd Zywicki y Orin Kerr tienen un par de entradas interesantes en Volokh sobre cómo miden la inteligencia los votantes.
Zywicki cavila sobre la posiblidad de que haya una tendencia entre alguna gente a identificar la facundia con la inteligencia:Algunas personas reflexivas simplemente tienden a confundir la inteligencia con la capacidad de ser locuaz, o, más precisamente, de charlatanear. Y creo que en gran medida se reduce a esto; si Palin no conoce la respuesta a una pregunta, simplemente no se le da tan bien inventarse alguna. Biden, por contra, es un charlatán magistral, como mostró su actuación en el debate. Como regla general, cuanto menos informado estaba sobre la respuesta a una pregunta más seguro se mostraba al contestarla, como en su extraordinaria respuesta acerca del papel legislativo del Vicepresidente. Es claro que no tenía la más ligera idea de lo que estaba hablando, y sin embargo siguió adelante profiriendo afirmaciones con gran talento retórico. Charlatanería clásica. Aun en asuntos que supuestamente estaban entre los que domina, como la Constitución, ni siquiera se aproximaba a acertar. Hoven se fija en la tremenda trola de Biden sobre la expulsión de Hezbollah del Líbano, pero es básicamente lo mismo: agresiva charlatanería que encubre la completa falta de cualquier pista acerca de aquello de lo que está hablando.
Es un buen punto. Es más importante que un ejecutivo ignorante sea cauto que que sea decisivo. A este respecto, Palin es el único candidato en ambos bandos que parece aun ligeramente consciente de su propia ignorancia. Cuando embarranca en la ignorancia Obama se refugia en lugares comunes, Biden se inventa algo, McCain suspende la campaña y Palin pide una aclaración.
Kerr apunta que en realidad no se trata tanto de lo inteligente que de verdad sea un candidato como de lo de acuerdo que esté con nosotros:... a menudo acabamos filtrando estas cuestiones con la lente de cuán de acuerdo están con nosotros. Los políticos que están de acuerdo con nosotros son necesariamente inteligentes. Después de todo, ¡tienen la brillantez y el juicio de ver que tenemos razón! Y de los políticos que no están de acuerdo con nosotros suponemos que son mucho menos inteligentes: les falta o la brillantez o el juicio para "pillarlo". Esta clase de juicios intuitivos se mezclan con la evidencia más objetiva (currículum académico, grandes capacidades literarias u oratorias) para formar nuestros juicios de la inteligencia de un candidato.
Pero en realidad ¿no es el debate sobre la inteligencia un poco tonto? No importa cuán inteligente sea una persona, sería imposible dominar cada asunto y cada problema que un Presidente enfrentaría en el ejercicio de su cargo. El rango de conocimientos es simplemente demasiado amplio. Por esto es por lo que un Presidente tiene asesores, expertos en campos específicos que le proporcionan aviso y consejo.
Identificar a esos expertos y ponderar su consejo es el trabajo primario de un Presidente. Y esas decisiones son el producto primario de los principios de un Presidente. Estos principios son mucho más importantes para la salud de la nación que las notas del Presidente en la Universidad, o en la Selectividad, o su habilidad retórica.
La cuestión en esta elección, como en todas las demás, es: ¿quién tiene los mejores principios (en la medida en la que sean identificables o consistentes)?
Donde McCain tiene principios identificables o consistentes parecen ser una mescolanza de nociones confusas e indistintas como la independencia occidental y americana, el populismo antiintelectual y la virtud de la obstinación; con un barniz (pero sólo eso) de republicanismo federalista de gobierno limitado.
Los principios de Obama, donde son identificables, son más coherentes. Obama parece ser un progresista bastante sincero. Es inflexiblemente redistribucionista, autoritario, estatista y antirrepublicano.
Para mí, la auténtica prueba de los principios es la medida en la que en verdad hacen la vida mejor, no la medida en la que afirman hacer la vida mejor. La medida en que los principios están cimentados en la realidad es la medida en la cual son buenos principios. La medida en que los principios vuelan en pos de abstracciones y flotan libremente desligados de la realidad es la medida en la cual son no sólo incorrectos, sino activamente contraproducentes.
En el caso de McCain, al ser sus principios más o menos aleatoriamente ensamblados y en gran medida incoherentes, la probabilidad de que de hecho aplicase buenos, efectivos principios como Presidente es esencialmente aleatoria. En el caso de Obama, esa probabilidad es aún menor. Mientras que los principios de Obama son coherentes y en gran medida constantes, también son casi completamente erróneos.
Así que esa es nuestra elección. No es la elección entre Torpón y Gallardo, o entre Cambio y Un Cambio Diferente, o entre listo y tonto. Nuestra elección es entre aleatorio y erróneo.
Israel accedió ayer [3 de agosto] a peticiones de la Autoridad Palestina y Egipto para permitir la entrada en Israel de combatientes de Fatah involucrados en los combates de este fin de semana con Hamás en la Franja de Gaza. El ministro de Defensa Ehud Barak acordó permitir la entrada a 188 personas, la mayor parte de los cuales seguirán inmediatamente hacia Cisjordania. Varios miembros de Fatah heridos en los enfrentamientos fueron trasladados a hospitales israelíes.
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Partidarios de Fatah, la mayoría miembros del clan Hilles, huyeron hacia el paso fronterizo de Nahal Oz. El coronel Ron Asherov, al mando de la brigada de las Fuerzas de Defensa de Israel estacionada junto al norte de la Franja de Gaza, dijo que las FDI abrieron el paso cuando quedó claro que quienes querían entrar eran heridos de Fatah. Dijo que se tomó allí mismo la decisión de tratarlos "como un caso humanitario". Fuerzas de Hamás atacaron a los soldados y a los miembros de Fatah que huían con fuego de fusil y granadas de mortero. No hubo bajas.
Todos los partidarios de Fatah a los que se permitió entrar en Israel lo hicieron tras deponer las armas.
Entró en Israel un total de 188 personas, la mayor parte hombres y algunos niños. Veintidós estaban heridos, la mayoría levemente.
El servicio de ambulancias de Magen David Adom (Estrella de David Roja) Israelí trasladó a tres bajas con heridas moderadas o serias al Centro Médico Soroka en Bersheva y al Hospital Barzilai en Ascalón.
La jugada final de Jordania para liquidar la resistencia palestina tuvo lugar en julio de 1971. El ejército jordano empujó a las fuerzas palestinas a un rincón del país, fronterizo con Israel y Siria, y allí los aplastó. Los alaridos de genocidio de Arafat condujeron a protestas árabes, al cierre de las fronteras de Irak y Siria con Jordania y a la suspensión de la ayuda kuwaití, pero estas medidas no pudieron cambiar el destino de los combatientes palestinos. Otros tres mil palestinos murieron en las siguientes dos semanas de lucha. La ferocidad del ataque forzó a muchos de los combatientes palestinos a huir a través del río Jordán en busca de asilo en Israel.