25 diciembre 2006

Black ladders lack bladders: apunte sobre la traducción y la poesía

Hace, según el ritmo de este blog, no mucho tiempo que Kantor escribió en el suyo sobre la universalidad del campo semántico. Esta es su tesis central:

Cuando digo que el campo semántico es universal no quiero decir que todos los seres humanos tengan el mismo campo semántico en sus cerebros: por supuesto que el tamaño y forma del campo semántico depende del trasfondo cultural. Lo que quiero decir es que, dados dos individuos hablantes nativos de distintos idiomas, los campos semánticos de ambos podrían ampliarse para contener los objetos semánticos del campo del otro. Esto es: el campo semántico no es dependiente del idioma.


A esto tengo poco que comentar. Sí querría, en cambio, matizar lo siguiente:

La universalidad del campo semántico tiene una hermosa consecuencia literaria que no puede resistirme a mencionar: la literatura de alta calidad no debería escribirse con regularidades o ritmos fonéticos, sino con imágenes mentales. La literatura valiosa es siempre universal; esto implica una especie de platonismo.

Tomemos el comienzo del Julio César de Shakespeare, “Prestadme oídos, ciudadanos romanos”. La belleza de la declaración no procede del sonido sino de la metáfora, intelectualmente estimulante. El máximo ejemplo de literatura perfectamente traducible es la Biblia, que conserva su belleza en todos los idiomas; esto no es un accidente: el texto bíblico no está escrito con sonidos [1], sino con flujo rítmico de ideas y una potente colección de arquetipos literarios. Es poesía, pero no poesía rítmica.

[1] A diferencia del Corán, que queda devastado en la traducción.


Pero antes tomaré prestada a Aldous Huxley (Los escándalos de Crome [Crome Yellow], en traducción de J. Farrán y Mayoral; capítulo XX) la exposición de una posición sobre la literatura opuesta a la de Kantor:

—Las palabras —dijo Dionisio por fin—, las palabras, no sé si puede usted comprender cómo las amo. Usted se preocupa demasiado por las cosas concretas, por las ideas y por las personas para poder comprender toda la belleza de las palabras. El espectáculo de Mr. Gladstone hallando treinta y cuatro rimas para la palabra Margot le parecerá a usted una cosa más bien patética. Los sobres que escribía Mallarmé con sus direcciones en verso le dejan a usted indiferente, a menos que no le causen lástima; usted no puede comprender que

Apte à ne point te cabrer, hue!
Poste, et j'ajouterai, dia!
Si tu me fuis onze-bis Rue
Balzac, chez c'est Hérédia,


es un pequeño milagro.
—Tiene usted razón —dijo Mr. Scogan—. No puedo comprenderlo.
—¿No le parece a usted una cosa mágica?
—No.
—Esa es la piedra de toque del temperamento literario —dijo Dionisio—; la sensación de magia, el sentimiento de que las palabras tienen un poder. La parte verbal, técnica, de la literatura es sencillamente una extensión de la magia. Las palabras son la invención primera y más grandiosa del hombre. Con el lenguaje, el hombre ha creado todo un nuevo universo. ¿Qué tiene de maravilla que amara las palabras y les otorgara un poder? Con palabras justas y armoniosas los magos hacían salir conejos de los sombreros vacíos y espíritus de los elementos. Sus descendientes, los literatos, continúan todavía el proceso ensamblando sus fórmulas verbales y temblando de gozo y temor ante el poder del encanto producido. ¿Conejos de los sombreros vacíos? No, sus hechizos tienen un poder más sutil porque evocan emociones en los espíritus vacíos. Formulados por medio de su arte, los dictados más insípidos adquieren enormes significaciones. Por ejemplo, yo pronuncio la afirmación Black ladders lack bladders*. Una verdad evidente por sí misma, una de esas sobre las cuales no valdría la pena insistir si yo la hubiera formulado en palabras tales como Black fire-escapes have no bladders o Les échelles noires manquent de vessie. Pero en cuanto digo Black ladders lack bladders, la frase, a pesar de su trivial evidencia, se torna significativa, inolvidable, emocionante. La creación, por medio del poder de la palabra, de alguna cosa que hacemos salir de la nada, ¿qué es sino magia? Y aun puedo añadir ¿qué es sino literatura? La mitad de la mejor poesía del mundo es sencillamente Les échelles noires manquent de vessie, traducido en mágica significación por Black ladders lack bladders. ¿Y usted no puede apreciar las palabras? Lo siento por usted.
—Un carminativo mental —dijo Mr. Scogan meditabundo—. Eso es lo que usted necesita.

* Las escaleras negras carecen de vejiga


Considero exagerada la pasión de Dionisio por las palabras, pero la comparto en alguna medida. Kantor, por contra, parece un cumplido scoganiano, como echo de ver en que su cita del Julio César de Shakespeare es fiel a las ideas, pero no a las palabras del original. En efecto, el principio del discurso fúnebre de Marco Antonio, que cita como Lend me ears, Roman citizens corresponde, ay, a este endecasílabo: Friends, Romans, countrymen, lend me your ears: Amigos, romanos, compatriotas, prestadme oídos (acto III, escena 2ª).

De modo que no estoy de acuerdo con los dos últimos párrafos de Kantor. La literatura no es exactamente lo mismo que la poesía; la poesía es una forma literaria, precisamente aquella en la que la forma y el ritmo son más importantes. A diferencia de black ladders lack bladders la buena poesía, sin duda, tendrá, además de una bien lograda y rítmica forma, un contenido que esté a la altura y pueda sobrevivir a la traducción; pero yo no afirmaría que la paráfrasis en prosa de un poema sea poesía. O, como poco, no será tan poesía como el poema.

Procuraré ilustrarlo con otro ejemplo de William Shakespeare: el segundo soneto. En primer lugar el original inglés:


When forty winters shall besiege thy brow,
And dig deep trenches in thy beauty's field,
Thy youth's proud livery, so gazed on now,
will be a totter'd weed, of small worth held:

Then being askt where all thy beauty lies,
Where all the treasure of thy lusty days;
To say, within thine own deep-sunken eyes,
Were an all-eating shame and thriftless praise.

How much more praise deserved thy beauty's use
If thou couldst answer, 'This fair child of mine
Shall sum my count, and make my old excuse,'
Proving his beauty by succession thine!

This were to be new made when thou art old,
And see thy blood warm when thou feel'st it cold.


Una traducción en prosa:


Cuando cuarenta inviernos asedien tu frente y caven profundas trincheras en el campo de tu belleza, la orgullosa librea de tu juventud, tan admirada ahora, será una raída ropa de luto, tenida en poco valor. Si entonces te preguntan dónde yace toda tu belleza, dónde todo el tesoro de tus días vigorosos, decir que en tus propios ojos profundamente hundidos sería devoradora vergüenza y desmedrada alabanza. ¡Cuánta más alabanza merecería el uso de tu belleza si pudieses responder: "este hermoso hijo mío sumará mi cuenta, y excusará mi vejez", probando su belleza, por sucesión, la tuya! Esto sería hacerte nuevo cuando seas viejo, y ver tu sangre cálida cuando la sientas fría.


Y, por último, una traducción casi en forma de soneto (lo siento, pero fui incapaz de hacerla con rima consonante):


Tu frente asediarán cuarenta inviernos
y en tu belleza cavarán trincheras;
un harapo será de poco precio
tan orgullosa juvenil librea;

si te preguntan: 'Tu belleza, ¿dónde?
De la edad del vigor, ¿dónde el tesoro?',
que en tus ojos sumidos, si respondes,
será voraz vergüenza y flaco elogio.

¡Cuánto más tu belleza bien se usa
si puedes contestar: 'Este hijo hermoso
suma mi cuenta y mi vejez excusa',
su beldad de la tuya testimonio!

Hacerte nuevo en tu vejez sería,
ver cálida tu sangre entonces fría.


La traducción en prosa es más completa; al no haber límite de sílabas caben todas las ideas del original con sus mismas relaciones (aproximadamente), todo lo que Kantor exige a la poesía. Pero opino que la traducción en verso es más poética; al menos, es un poema, como lo es el original. ¿Cuál de las dos es, pues, más fiel?